La Hora Macabra


La siguiente historia se desarrolló en las entrañas de nuestra ciudad de México, justo cuando la campana  del reloj marca las doce de la noche. Aquella casa de la calle Cinco de Mayo había permanecido 20 años deshabitada, aunque para algunos vecinos, en realidad tenía 21 años sin ocuparse. Y no era para más, ya que los sucesos ocurrieron en el año de 1980 dejaron huella en la memoria de todos los moradores.

Cierta mañana de mayo llegaron a habitar la casa marcada con el numero 2 una pareja de recién casados; ambos eran muy jóvenes aun, se dice que reñían a todo momento. Por las noches, los gritos daban fe de que los cónyuges se golpeaban mutuamente; el motivo era que Antonia se había dado cuenta de la relación amorosa que sostenía su marido con su mejor amiga.

El primer aniversario de su matrimonio estaba próximo y justo ese día, por la mañana, Benjamín salió apenas tocando las ocho de la mañana. Se vio, como ya era de costumbre, con Laura (su amante) en la esquina y ambos abordaron un taxi que los conduciría al trabajo; mientras que Antonia no tardo ni quince minutos en asomarse a la calle para aguantar todas las habladurías  que se escuchaban en su entorno. La joven era muy callada y sólo tenía una amiga, la vieja Juana, que día a día trataba de aminorarle su tormento.

-¿Por qué tan temprano? –pregunto la vieja cuando al notar las lágrimas que brotaban de Antonia.

-Creí que por ser nuestro aniversario no se vería con ella –respondió con gran tristeza la bella joven-. Sebe Juana, hoy también hace dos meses que descubrí su  infidelidad.

Ambas mujeres conversaban sobre el calvario sin importarles las miradas indiscretas de los vecinos. Todo parecía normal, a excepción de una pequeña bolsa blanca que celosamente llevaba Antonia entre sus manos. Ella había estudiado para química, pero el matrimonio jamás le permitió ejercer; por el contrario, tenía que quedarse en casa aun sabiendo que su marido se divertía con la había sido su mejo amiga.

Entro la joven a su casa actuando de una manera muy extraña. No dejo pasar a Juana, argumentando que debía preparar la cena. De esta manera pasaron las horas, y a pesar de que llego la noche, su marido no apareció. Justo cuando el reloj marcaba las doce, Benjamín atravesó el portón de la vieja casona con algunas copas de más. En ese momento Antonia salió a recibirlo, pero la discusión no se hizo esperar.

-¿Estabas con ella, verdad? –respondió la pobre mujer con los ojos llenos de lagrimas.

Benjamín, sin pensarlo, golpeo a Antonia, que se fue a estrellar fuertemente contra la pared. En ese momento  cruzo una idea macabra por la cabeza de Antonia.

-¡Te dije que sería la última! –decía con una mirada llena de rabia.

Al dar la media vuelta y subir por las escaleras, Benjamín, furioso, la tomo del braza y le confesó que sí, en efecto, estaba con ella y que iban a tener un bebé que ella nunca le había podido dar. Aquellas palabras retumbaron con un tremendo eco maléfico.

Nadie sabe con exactitud lo que paso aquella noche. Los vecinos solo recuerdan un grito de dolor y angustia. Después siendo las seis de la mañana hubo un gran alboroto afuera de la casona; como si algo interrumpiera la paz y la armonía entre los vecinos y aquellas viejas calles. El cuerpo desmembrado de Benjamín aún permanecía tirado al pie de las escaleras bañado de sangre. De Antonia solo se supo que la pobre parecía como desconcertada del mundo, como si estuviera en un transe del que nunca pudiera volver, lo cual no pudo ayudar a la policía a descubrir el verdadero motivo de la muerte de Benjamín.

Fue así como esta historia quedo al olvido.

Pasaron veinte años antes que alguna familia quisiera volver habitar aquella casona. Y no era para menos, pues se contaba que por las noches se escuchaban los gritos aterradores de aquel infeliz hombre. Y hasta juraban los vecinos que veían al espíritu paseando por los jardines. La nueva familia acaba de llegar de provincia. El señor Tomás, jefe de la familia acepto un empleo en la vieja maquiladora del centro; sus dos hijos, Mónica de 12 años y Juan de 7 se quedaba solos hasta entrada la noche, ya que su madre trabajaba hasta tarde en un hospital.

Durante el primer mes en la casona, Juan no paraba de burlarse de su hermana, quien todas las noches lloraba sin cesar. Ya que por la mañana le reservaba unas cuantas bromas para hacerla rabiar.

-Mónica tiene miedo por las noches –decía con regocijo, mientras se preparaban para ir al colegio.

-¡Cállate Juan! –grito con desesperación la pequeña. Justo en ese momento la bella madre cruzo la puerta.
-¿Qué sucede aquí? –pregunto en tono fuerte al ver que ambos niños se correteaban.
Juan no perdió el tiempo para burlarse de su hermana.

-Es que Mónica tiene miedo.

-¡Cállate! –dijo la pequeña frunciendo el entrecejo.

La madre regaño a su inquieto hijo y prosiguió a preguntar lo que sucedía. Quizá era la presión de no tener a sus padres durante el día y tener que hacerse cargo del tremendo Juan. Fue por eso que trato de referirse a ella en tono suave.

-¿Te sucede algo? –Pregunto sin obtener respuesta-. ¿Sabes  que quisiera que me contaras lo que te sucede? –continua sin respuesta alguna.

En ese momento se escucho el llamado para que los niños salieran hacia el auto donde ya les aguardaba su padre.

Aquel tema no se volvió a tocar. La madre pensaba que con un regalo la niña se sentiría mejor y de esta manera le compro la muñeca más bonita que pudo encontrar en una tienda. Pero cierta noche, Juan no pudo evitar hacerle caso a su hermana quien permanecía llorando arriba de su cama.

-¿Qué te pasa Mónica? –pregunto el niño al entrar  sin permiso a su habitación.

-Nada –respondió Mónica sin parar de llorar-. ¡Vete!

Pero esta vez Juan estaba convencido de que quería saber el motivo por el cual su hermana lloraba noche tras noche.

-Dime, ¿qué te sucede? Ya han pasado meses y tú lloras todas las noches. ¿No te gusta cuidarme?
Mónica miro con ternura a su pequeño hermano.

-Será mejor que te vayas, o mañana no te levantaras.

-Yo siempre me levanto –afirmo el pequeño-. Tú eres la que actúas de manera extraña últimamente.

Juan supo que en realidad Mónica no estaba dispuesta a contarle nada, por lo que mejor se retiró a su cuarto para continuar con el tormento de escuchar a su hermana, quien seguía llorando. A la mañana siguiente, Mónica tomó del brazo a Juan y le dijo:

-¿en verdad quieres saber lo que me pasa?

Juan se estremeció por completo con sólo escuchar estas palabras, pero permaneció muy atento. Al terminar Mónica con su versión, Juan echo a reír de tal manera que ella se molesto.

-Entonces, ¿no me crees?

-Claro que no –continuaba riendo-. Mejor dile a mi madre que ya no quieres cuidarme a seguir inventando tantas cosas.

Mónica desesperada le advirtió que aquella noche lo despertaría justo antes de la media noche y lo invitaría a que fuera a su habitación para que presenciara  con sus propios ojos aquella pesadilla que noche a noche tenía que soportar. Juan en cambio no paraba de reír, tomándolo como una simplicidad.

El día pasó de lo más normal y a Mónica no se iba de la cabeza la idea de llevar a su hermano aquella noche a su habitación.

Siendo las once de la noche se escucharon los pasos de la feliz pareja que regresaban de laborar. Fue entonces cuando Mónica considero que era el momento oportuno para ir atraer a su hermano. No le costó trabajo levantarlo, pues para ese entonces Juan ya estaba acostumbrado a despertarse gracias al llanto de su hermana. Ambos niños llegaron hasta la amplia cama que daba justo a la ventana y permanecieron en silencio. Pero los minutos pasaron y Juan, derrotado por el cansancio, se entregó al sueño. Pero aquel silencio en que permanecía la habitación se terminó cuando escucho muy de cerca el llanto de su hermana. Se levanto de inmediato olvidándose de las palabras de su hermana y le preguntó mirándola.

Mónica no pudo hablar. En cambio permanecía señalando hacia la ventana. Juan volvió su mirada con incredulidad y fue en ese momento cuando soltó en llanto tan parecido al de su pequeña hermana.

De esta manera pudo mirar la aparición demoniaca que noche a noche atormentaba a la pobre Mónica. En efecto, justo en aquella ventana estaba un hombre vestido de negro cubriéndose el rostro con la mano. Ambos pequeños lloraron tanto aquella noche, que sus padres no tuvieron más remedio que buscar otro hogar lejos de aquella casona.

Cuentan los vecinos que lo único que pudieron describir  con exactitud  los pequeños, fueron aquellos enormes ojos rojos y el sobrero de bombín que lucía la espectral aparición. Y es que no había explicación para lo que ocurrió esa y todas las noches anteriores, ya que aquella habitación quedaba exactamente en el segundo piso, de frente a la calle de Cinco de Mayo. Algunos vecinos que pudieron entrar a la propiedad dicen que en aquellas fechas la mancha de sangre donde permaneció Benjamín volvió a parecer como si este acabara de morir. Incluso hay quienes afirman que todavía por estos días se pueden escuchar los gritos y lamentos cuando la campana del reloj marca siempre la media noche, hora que se cree murió el pobre Benjamín, que de acuerdo con las versiones y creencias de los vecinos de aquella época, su asesinato sirvió para maldecir el lugar invitando a pasar al mimo demonio.



Enviado por: Anonimo
Lugar: Mexico

2 comentarios:

A las historias, relatos, leyendas y cuentos mexicanos de terror, esto es con la idea de dar a conocer las tradiciones y leyendas de nuestra ciudad, cuyas páginas se encuentran impregnadas del inigualable sabor provinciano